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Administrando nuestros recursos / Carlos Rosales
En el artículo anterior comentábamos acerca de algunas preguntas que podríamos hacernos para verificar cómo está nuestra rueda de la vida, o qué tan equilibrada se encuentra. Y ya sabemos que si no la estamos construyendo de forma que todas las actividades de nuestra vida se desarrollan de forma equidistante, no habrá equilibrio. Y sin equilibrio, no hay ni que decirlo, el carro de nuestra vida no puede llegar lejos.
Para cerrar tan interesante tema, vamos a esbozar un par de acciones que podrías realizar, tanto en el trabajo como en el hogar, para que puedas mantener esa rueda sana y equilibrada. 
En el trabajo, por ejemplo, es fundamental que te fijes metas razonables para cada día. La capacidad de exigirnos mucho puede pasar de virtud a problema cuando no manejamos ese estímulo con moderación. Hacer el máximo esfuerzo supone, precisamente, conocer tus posibilidades reales en determinado campo a efectos de saber fijarte metas razonables al respecto. Querer comerse todo el pastel en una sola sentada solo dejará una indigestión.
Si a esa medida de ser razonable en tus metas diarias le agregas el ser eficiente en el manejo del tiempo y de los recursos, y comunicar tus logros y requerimientos de forma efectiva, comienzas a entender el concepto que entraña “el mayor esfuerzo”. El mayor esfuerzo es aquel que empleamos para lograr metas razonables que nos permitan sentirnos satisfechos con los resultados. Lograr eso no es posible si no aprendemos, además, a tomarnos las pausas necesarias que nos permitan administrar nuestras energías, sin perder de vista las metas.
En el hogar también podemos desarrollar acciones que contribuyan a fortalecer el equilibrio que nos permita llevar nuestra vida de forma sana. La primera de esas acciones  sería la de aprender a desconectarse. La tecnología tiene cada vez mayor presencia en nuestras vidas. Las computadoras personales, esos aparatos que nos permitían establecer una estación de trabajo en un rincón de nuestra casa, se fueron multiplicando hasta formar parte de todos los rincones de nuestra vida. Tablets y teléfonos son apenas las primeras expresiones de una globalización de las redes en nuestras vidas cotidianas. Al igual que con la capacidad de exigirnos, esta puede ser una virtud que puede convertirse en problema si no sabemos ponerle límites. 
Es decir, la posibilidad de conexión absoluta con nuestro ambiente laboral o de negocios, puede terminar por llevarnos al punto de borrar toda frontera entre el trabajo y el hogar, haciendo que el primero se devore al segundo, devorándose al mismo el tiempo de descanso, el de compartir con los miembros de la familia y con la pareja, el de las actividades recreativas y el de las sanas pausas para atisbar por dónde van nuestros pasos y qué tanto nos mantenemos en dirección a las metas que nos propusimos. 
Dada la facilidad con la cual podemos estropear el equilibrio de nuestras vidas, dado la cantidad de factores que entran en juego exigiendo nuestra atención y dado que la vida se va volviendo cada vez más vertiginosa y acelerada, siempre recomiendo a los asistentes a mis conferencias que hagan su rueda de la vida y la tengan en un lugar visible.
Se cree que el hombre inventó la rueda cinco mil años antes de Cristo. Fue un inventó sin el cual la vida no sería lo que es. Si en tanto tiempo no se ha mejorado su forma es porque ya no hay manera de hacerlo. Es por eso que representa la mejor manera de llevar nuestra vida en equilibrio, rodando hacia nuestros objetivos.

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