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Con el vaso medio vacío…

Este es un artículo publicado hoy en El Nacional y vale la pena revisarlo: ¿Cuánto tiempo pasas pensando en todo lo que puede salir mal?


«Pasamos demasiado tiempo concentrados en lo malo»

Por: Andrea Small Carmona

El psicólogo chileno Claudio Ibáñez relató su experiencia con los 33 mineros atrapados


Cuando ocurrió el accidente que dejó atrapados a 33 mineros chilenos a más de 700 metros de profundidad, en octubre de 2010, el desierto de Atacama, uno de los más áridos del mundo, estaba a punto de florecer. «Es un fenómeno raro, que no ocurre siempre. Una vez cada tanto», dice Claudio Ibáñez, director ejecutivo del Instituto Chileno de Psicología Positiva, que ayer compartió con el público venezolano la charla «Las claves de la felicidad basada en la psicología positiva».

Para el especialista, la coincidencia entre el derrumbe de la mina y el florecimiento del desierto de Atacama es una metáfora de cómo se puede manejar exitosamente una situación de alta tensión emocional. «La tragedia de los mineros no impactó sólo a los chilenos, sino también a todo el mundo.

Por eso es un excelente caso para el estudio de la psicología positiva», explicó Ibáñez, quien fue parte del grupo de expertos que participó en el rescate de los 33 trabajadores.

«Pasaron 17 días antes de que pudiéramos recibir una señal de que estaban vivos. Finalmente, llegó el testimonio que conmovió al mundo, la nota que decía `Estamos bien en el refugio los 33’. Hasta ese momento, los cálculos más esperanzadores decían que había 2% de probabilidades de encontrarlos con vida», contó.

Allí comenzó Ibáñez a documentar una serie de hechos curiosos. «Cuando confirmamos que habían sobrevivido, la gente que se había mostrado pesimista, en lugar de cambiar de actitud construía un nuevo argumento: `¡Deben estar muy mal!’, o `No creo que puedan aguantar hasta que los rescaten’, eran de los más sonados», recuerda.

Contrariamente, cuando se estableció el primer contacto telefónico con los mineros, estos se mostraron increíblemente felices y esperanzados.

El equipo de rescatistas y psicólogos documentaron, incluso, una buena cantidad de chistes que los mineros escribían en cartas para sus familias.

«Su ánimo y el foco que mantuvieron en el hecho de que no sólo habían sobrevivido, sino que además estaban sanos y sin heridas de consideración, fue lo que los ayudó a aguantar la espera. A eso llamamos resiliencia, la capacidad de afrontar una situación difícil con emociones positivas», explicó.

Ibáñez hizo un recuento de ejemplos similares, entre los que incluyó el llamado «Milagro de los Andes», el grupo de deportistas uruguayos cuyo avión se estrelló en la cordillera de los Andes en 1972. La búsqueda fue suspendida tan solo 10 días después del accidente. Esto obligó a los sobrevivientes a tomar medidas extremas para evitar la muerte.

«Todos tenemos la habilidad de la resiliencia, pero tenemos que ejercitarla. Cuando se atraviesa una situación traumática, sólo 10% de la gente atraviesa una crisis de estrés después, y 90% `florece’ emocionalmente. Esto significa que recobra su sentido de la vida y orienta sus acciones para ser más feliz.

Curiosamente, la mayoría de la gente ha oído más del primer término que del segundo. Pasamos demasiado tiempo concentrándonos en lo malo y eso es lo que debemos cambiar», expresó el psicólogo.

Relaciones laborales

Uno de los asistentes a la charla le pregunto cómo se podía practicar la resiliencia en el trabajo, ese ambiente en el que la gente pasa tanto de su tiempo. Ibáñez respondió con una reflexión: «Vemos el trabajo como un castigo porque esas son las referencias que nos han heredado. Pero, ¿qué pasaría si empezáramos a disfrutar lo que hacemos? En realidad, las relaciones laborales son importantes porque nos permiten establecer conexiones sociales con personas que también son importantes para la vida. Por eso es primordial disfrutar lo que uno hace. Uno debe trabajar para vivir, no vivir para trabajar».

Al ser consultado sobre cómo vencer el pesimismo colectivo en un país como Venezuela, Ibáñez explicó que los medios tienen un papel fundamental en la construcción de una sociedad mucho más equilibrada en el ámbito emocional.

«Estamos acostumbrados a prender el televisor o la radio y a leer el periódico sólo para recibir malas noticias, pero olvidamos ponerlas en contexto.

Por ejemplo: en Santiago de Chile hace poco se robaron un cajero automático y la prensa habló de eso durante dos días e hizo análisis de la delincuencia. Pero en realidad en Santiago hay miles de cajeros automáticos que continúan en su sitio, sirviéndole a la gente. No podemos generalizar las cosas ni exagerarlas, porque eso genera en la gente una gran sensación de estrés, que en este caso viene dada por el miedo a ser víctima de la inseguridad», señaló.

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