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Todos somos famosos

Sobre el tema de marcas personales comienza a aparecer mucha información, personas preocupadas por aprender a gestionar su imagen y aprovechar las redes para ello. Este es un enfoque interesante que quiero compartir con ustedes.
El arte de invertir en ti
Desde el momento en que nacemos llevamos la marca personal a cuestas porque  empezamos a dejar grabada nuestra huella en el corazón de los demás.  De manera imperceptible, sin que nadie se de cuenta en la mayoría de los casos, las personas que nos rodean acaban teniendo una opinión sobre nosotros que con el paso del tiempo se va consolidando, se trata de nuestra fama.

Porque todos somos famosos por algo aunque nos parezca chocante. La fama no es un atributo reservado a los personajes públicos y a las celebridades.
Cuando nos planteamos gestionar nuestra marca personal es fundamental poder descubrir qué es lo que los demás interpretan de nosotros porque nos permitirá saber si lo que transmitimos está en línea con lo que realmente somos. ¿Cuántas veces hemos manifestado no reconocernos en un comentario que otras personas han hecho sobre nuestro comportamiento o nuestras actitudes?
Cuando lo que proyectamos es muy distinto de lo que realmente somos estamos, sin querer, alimentando una imagen distorsionada de nosotros que afecta de manera evidente a nuestra marca personal que es el reflejo de nuestra identidad. ¿Para que nos sirve averiguar quienes realmente somos si al final lo que los demás perciben no tiene nada que ver?
Las cosas no son tan fáciles como parecen, los seres humanos somos complejos y hay algunos aspectos de nuestra personalidad que nadie conoce, ni nosotros ni los demás. Es nuestra parte desconocida y cuando lo que esconde se pone de manifiesto, que tarde o temprano acaba sucediendo, todos nos extrañamos. Esta es una de las razones por las que el autoconocimiento es el primer paso en la gestión de la marca personal.
En otros casos manejamos información sobre nosotros que no proyectamos hacia el exterior y de la que las personas que nos rodean no tienen la más absoluta idea, es nuestra parte más íntima, es nuestra parte secreta. Todos tenemos derecho a la privacidad, faltaría más, pero hemos de ser conscientes que bien sea por exceso de celo, por la costumbre o por lo que sea, en numerosas ocasiones nos guardamos información que puesta en conocimiento de los demás ayudaría a que se formaran una opinión más exacta sobre nosotros y ayudaría a mejorar y consolidar nuestra marca personal. Todo tiene, como siempre sus pros y sus contras.
Y puestos a no enterarnos de las cosas muchas veces transmitimos informaciones sobre nosotros al exterior sin ser consciente de ello y el resultado final  es que los demás saben cosas sobre nosotros de las que no tenemos la más absoluta idea. Son cosas, actitudes e información que no somos capaces de ver, se trata de nuestra parte ciega. ¿Nos ha sorprendido alguna vez que los demás hayan asumido sin extrañarse reacciones nuestras en las que no nos reconocemos?
Finalmente manejamos información que es conocida por todos. Aquí nos movemos con absoluta comodidad porque las cartas están siempre boca arriba, transmitimos lo que somos y los demás reciben el mensaje en su integridad. Nadie se lleva a engaño, somos transparentes. Es nuestra parte pública y en ella nuestra marca personal se desarrolla de manera libre. En la medida que vayamos desplazando información de la zona desconocida y secreta o tomemos consciencia de lo que se acumula en la zona ciega iremos alimentando esta zona pública y conseguiremos ser más transparentes.
Nuestra fama se mueve en las zonas conocidas por las demás personas, en la medida que podamos saber lo que realmente transmitimos iremos descubriendo en que somos realmente famosos y si queremos gestionarla posiblemente el camino más fácil para obtener información sea preguntar.
Requerir a los demás información sobre nosotros no es una tarea complicada aunque hemos de estar preparados para oír cosas que pueden no gustarnos al  no reflejar lo que realmente somos. Cuando esto suceda lo mejor es agradecer la información recibida, sin juzgarla ni rebatirla, profundizando en aquellos aspectos que no acabemos de entender. En nuestra soledad hemos de valorar que podemos hacer para que en el futuro se nos reconozca por lo que realmente somos. Así gestionaremos nuestra fama.

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