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Del trabajo en equipo

En nuestro  artículo anterior conversábamos de los prejuicios y de cómo inciden negativamente en el desarrollo de la innovación dentro de las organizaciones. En esta entrega seguiremos ampliando un poco el tema, enfocándonos en esta ocasión en la importancia del trabajo en equipo.

Cuando una empresa declara, entre sus valores, la innovación, la eficiencia, el trabajo en equipo, la atención personalizada, el buen servicio al cliente, la honestidad, entre otros, todos los miembros de la misma deben estar alineados, es decir, comprometidos, con el cumplimiento de estos valores. Si esto se logra, los clientes van a recibir resultados, productos y servicios que reflejan esos valores. Pero para lograr ello es importante que todos estén conectados con alcanzar esos logros. Bástese que haya personas dentro de la organización que no los hayan internalizado para que el trabajo se haga cuesta arriba y se corra el riesgo de que su cumplimiento no pueda establecerse a cabalidad.

Todo trabajo en equipo basa su fortaleza en el hecho de que el esfuerzo de cada uno de sus miembros esté orientado por el mismo propósito, es decir, en la suma de los esfuerzos individuales de cada uno de los miembros del equipo.  Ese principio rige para todo esfuerzo grupal: equipos deportivos, grupos de danza, cuadrillas de rescate, compañeros de turno de una línea de producción, y así.

Toda organización debe establecer los lineamientos y las estrategias adecuadas para internalizar esos valores. No se trata de algo que se declara en un lema, sino una actitud que deben tener internalizada todos los miembros. Deben pensar y actuar de acuerdo a ellos.

La Unidad de Innovación de la empresa debe procurar que la totalidad de la organización se sienta convencida de que cualquiera puede conectarse con una idea y desarrollarla para cambiar el rumbo de la organización. Que entienda que todo esfuerzo, en ese sentido, puede contribuir, de forma elocuente, con los objetivos que se plantea la empresa. Toda idea, al tener un promotor, lo estimulará a llevarla a la fase de lanzamiento.

Cuando involucramos a todos los colaboradores con una idea, a fin de  hacerlos que la sientan como suya, es muy probable que la idea prospere de forma exitosa. Esto permitirá que los involucrados terminan adoptándola, desarrollándola e incluso vendiéndola y defendiéndola frente a otros.

De esta manera, para que la innovación sea un valor central y no solo una competencia, debe estar embebida de forma consistente en los procesos, en las estructuras de recompensas y en el comportamiento de la alta dirección. Es precisamente esta sincronía la que debemos propiciar. Si una organización la adquiere y logra mantenerla en el tiempo, la innovación pasará a formar parte de su esencia. Es decir, habrá logrado incorporarla dentro de su cultura organizacional.

Es importante destacar, sin embargo,  que para que un espíritu de innovación se consolide en la estructura de una organización, es importante dar paso a una cultura donde las fallas, cuando se presentan de forma temprana, sean aceptadas y celebradas. Sí, celebradas, porque el surgimiento de una falla en un momento temprano de un proceso puede prevenir la pérdida de enormes cantidades de dinero, recursos, tiempo y esfuerzo, a la vez que promueve una enorme ganancia de experiencia y aprendizajes.

Pero de ese tema hablaremos con más detalle en la próxima entrega.

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