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Sentir alegría por todo lo que estuvo en nuestras vidas

En uno de los recientes viajes que hice a Venezuela tuve la alegría de volver a la casa que hace más de cuarenta y cinco años mi padre logró construir, con mucho esfuerzo y tesón, a las afueras de un pueblo llamado Machurucuto, ubicado en las costas del estado Miranda.

Digo Machurucuto y no puedo evitar recordar que, durante mi época de estudiante, cada vez que lo nombraba tenía que dar una larga explicación a mis amigos que, no solo no sabían dónde quedaba, sino que incluso ni tenían idea de que existiera. Pero Machurucuto forma parte de la historia contemporánea de Venezuela, ya que fue el lugar donde tropas cubanas desembarcaron para entregarle armamento a la guerrilla venezolana que operaba en aquel entonces por estos lares durante los años sesenta del siglo pasado.

Durante estos cuarenta y cinco años, esta playa, esta casa, han significado mucho para mí. Durante buena parte de mi vida fueron sinónimo de alegría, de encuentro, de familia, de diversión. Volver a ella me sumerge en una mezcla de sentimientos muy intensos, que van de la alegría a la tristeza, lo cual considero una ocasión perfecta para trabajar el tema de la nostalgia.

Esta casa, esta playa, me llevan inevitablemente a recordar a muchas personas que compartieron aquí conmigo y que ahora ya no están. Mi padre, Francisco, por supuesto; mi abuela, Maruja; Alberto, Eduardo, mis tíos no sanguíneos pero que durante más de cuarenta años estuvieron conmigo. Son tantos nombres que en este momento no puedo recordarlos todos.

Pero avivar ese coctel de emociones, en las cuales reconozco como la más dominante a la nostalgia por aquellos que no están y por vivencias que no volverán a ocurrir, me sirve para trabajar algo que menciono en mi libro Personas compran personas y que, luego de volver a esa playa, y sentir esta nostalgia por gente querida que ya no está con nosotros, me ha permitido volver a esa frase que he usado tanto, que dice “no llores porque terminó, alégrate porque sucedió”.

Entonces, internalizando esa idea, ha pasado unos días espectaculares en los cuales hice un esfuerzo muy grande para no entristecerme, porque ya no está mi padre, ya no está mi abuela, ya no están Eduardo ni Alberto, no están Marcial ni Javier. Pero entonces me esforcé para reenfocarlo y alegrarme, y honrar y bendecir el hecho de que los pude disfrutar. Que tuve la suerte de tener un padre maravilloso, que tuve una abuela consentidora a más no poder que cuidó de mí más allá de lo imaginable, que tuve la oportunidad de disfrutar y reírme con las ocurrencias de Alberto, disfrutar la sabiduría de Eduardo, aprender muchísimo de la experiencia de Marcial, del sentido de trabajo y la responsabilidad de Javier, y de tantas aquellas personas que ya no están, sea porque pasaron a otro plano o sea porque se fueron a otras latitudes.

El tema fundamental es hacer consciencia de que en la vida nada es permanente, porque todo está hecho de tiempo, que esa misma vida efímera que nos premia con cosas maravillosas luego nos la quita, y es nuestra decisión llorar porque terminaron o alegrarse porque sucedieron.

Es decir, llorar porque ya no están o sonreír porque estuvieron en nuestra vida.

Por eso yo hoy honro y me alegro por todas esas vivencias que ocurrieron, que me llenaron, que ayudaron a constituir eso que es hoy Carlos Rosales, y les doy las gracias a todas esas personas, y le doy las gracias a la vida, por tantos momentos y por tanta gente que me seguirá acompañando en mis recuerdos.

Y de eso se trata, querido lector, de no empañar un lindo recuerdo con la tristeza por lo que ya no está, sino de agradecer que, si puedes recordarlo, es porque tuviste la dicha de vivirlo.

  1. Excelente artículo, no deja de entristecerme las veces que la felicidad me inundó y como todo se acaba y termina.

    Lo pondré en práctica » no llorar porque terminó, alegrarme porque lo vivi»

    Gracias Carlos

  2. Gracias Carlos…es inevitable emocionarse recordándo a estos maravillosos seres con quienes, como bien dices , tuvimos la bendición de crecer como sus hijos, sobrinos, familia. Maravillosos momentos. Sin duda, es agradecimiento lo que siento por lo vivido, para mi la mejor niñez y madurez. Un beso grande…muchas gracias por tu reflexión ❤️

    1. Mi querida Irene, le doy gracias a la vida por todos los años compartidos contigo y tu familia. Gracias a ti por darme tu amistad, tu familia y todo tu cariño…. algo que valoro mucho en la vida

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