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El orgullo por tu profesión y por tu marca

La diferencia entre un trabajo y una profesión está en que mientras el primero es una forma de ganarse la vida, el segundo es un modo de ver la vida. Es decir, con la profesión todas las actividades humanas son una vertiente de esa que ha fusionado el trabajo y la vida cotidiana, la pasión de vivir y el orgullo de ganarse el pan, en un mismo camino.

Pero no basta con sentir orgullo por la profesión, sino que ese orgullo hay que honrarlo permanentemente, cada día, con acciones concretas. El ejercicio profesional de una actividad no estriba en la posibilidad de facturar mucho dinero desempeñándola, sino en la pasión y seriedad con la cual nos relacionamos con ella y dándole el justo valor y la importancia que merece.
Considerarse profesional de las ventas, supone una actitud que incluye trabajar constantemente en el perfeccionamiento de esa profesión con el fin de lograr un desenvolvimiento cada vez más óptimo y de mayor calidad. Es decir, que así como la vida no deja de sorprender y de producir asombros a todo aquel que está enamorado de ella, nuestra profesión siempre tendrá algo nuevo que enseñarnos, un conocimiento que exija nuestra atención y dedicación para asimilarlo y ponerlo en práctica.

De eso, de esa mística en el desempeño y esa pasión por conocer todo lo que podamos aprender, se trata eso de ser un profesional.

Considerarse profesional en un área no es un estado de ánimo. Supone llevar a cabo acciones concretas. Acciones que sean medibles, alcanzables, específicas y que nos estimulen a superarnos permanentemente: cursos de actualización, conferencias y seminarios, lecturas de libros especializados, intercambio de conocimientos y puntos de vista con colegas. E, incluso, conscientes de que la profesión de ventas es una actividad humana relacionada con la disposición natural de nuestra especie a socializar, toda forma de aprendizaje apunta en un mejor desempeño de nuestra profesión: un idioma adicional, adquirir conocimientos de psicología, desarrollar y ampliar nuestra cultura general, por nombrar algunas actividades humanas que entran en el ámbito de nuestros intereses.

La sed de conocimiento, la pasión por aprender, son las claves de este desarrollo permanente de nuestra profesión. Y esa sed, esa pasión, no pueden estar condicionadas a decisiones de terceros. Deben generar acciones voluntarias que dependan de nosotros y no de otras personas.

Nadie puede tener más interés en nuestra propia formación que nosotros mismos. Por eso me resulta insólito escuchar, ante la falta de capacitación de un vendedor, excusas como que la empresa no lo capacita o, más grave aún, que la empresa no le paga los cursos que podrían resultarles útiles.

Si un vendedor no se ve a sí mismo como la marca más valiosa de cuantas vende, tiene desenfocado su objetivo en el mundo de las ventas profesionales. Es por eso que, cuando me preguntan cuál es la principal virtud que veo en el talento laboral, suelo responder que el valor que distingue a una persona del resto, es su capacidad de verse a sí mismos como una marca, gente que pudo dar el salto de dejar de verse como un empleado para verse como un empresario. Como dijimos al principio: el que ve una profesión en donde otros ven un trabajo.

De esta manera, no importa qué producto esté vendiendo. El vendedor profesional sabe que el principal atributo que poseen los productos que vende, es el hecho de estar avalados por la más querida y atendida de sus marcas: su propio nombre y apellido.

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